No sabía muy bien ni qué decir. Ni qué pensar. Así que decidí preguntarle a él, que lo sabía todo. Mi abuelito era como una enciclopedia andante. El Google con patas. Una Wikipedia actualizada.
Él me lo explicó. Un año. 365 días. Una vuelta. Una detrás de otra. Sin parar. Y, en cada vuelta, mil cosas que pueden pasar.
Él llevaba 74 vueltas al Sol. Yo llevaba unas cuantas menos. Pero, si todo iba bien, los dos coincidiríamos dando alguna más.
"Pero - le pregunté, ¿qué puede ocurrir durante una vuelta al sol?".
"Todo y más. Tú solo tienes que dejarte llevar. Observar. Vivir. Sonreír. Aprender. Y dejarte sorprender".
Y así es. En cada nueva vuelta, algo nuevo puede ocurrir.
- Pides un deseo que se puede cumplir.
- Te rodeas de amigos y no paras de reír.
- Ves una noche estrellada y te dejas embelesar.
- Paseas al lado de un río y ves cómo los peces por la corriente se dejan llevar.
- Aprendes a bajar montañas y no puedes dejar de flipar.
- Sigues aprendiendo a pesar de la edad.
- Continúas mirando a tu alrededor y dejándote fascinar.
- Escuchas nuevos ritmos y te dejas llevar.
- Vuelves a empezar a jugar.
- Con cualquier cosita vuelves a disfrutar.
Eso me dijo mi abuelito. Y, como bien sabía, sus pasos iba a seguir. Aparte de que, como había hecho desde chiqui, nunca quería dejar de sonreír.