viernes, 29 de diciembre de 2017

Cuento de navidad: trocitos de azúcar

En la cabaña de piedra, estaba Pedro. Le acompañaban una manta de lana, hecha por su madre, una bota de vino, un mendrugo de pan y un poco de chorizo. A la luz de la lumbre, mientras buscaba formas entre las llamas, pensaba en lo que le había pasado durante el día cuando, de pronto, sonaron unos golpes en la puerta.

De un salto, Pedro se puso en pie y fue a abrir. Una ráfaga de aire frío entró, mientras pasaban tres personas, abrigadísimas. Tanto que solo se les veía la nariz. Pedro escudriñó entre las ropas y le pareció conocerlas, pero se giró rápido para cerrar de nuevo y no atisbó a ver quiénes eran.

Con la puerta ya cerrada, volvió hacia la lumbre. Se giró hacia los visitantes en silencio. Las narices de los tres le apuntaban. Pedro intuía que le miraban pero tampoco lo sabía a ciencia cierta porque las capuchas les tapaban los ojos. Uno era más alto y los otros más bajitos. Uno parecía que tenía barba. Otro tenía la nariz muy roja, con los mocos congelados. Y el otro... cuando se fijó en la tercera nariz, se dio cuenta. ¡Eran ellos!

Se acercó corriendo y les quitó las capuchas, abrazándoles a todos a la vez. El más alto le tocaba el pelo, el más pequeño se le agarraba como un koala, y el segundo más alto (segunda, para ser exactos) no dejaba de darle besos mientras le daba la mano.

No podía creer que hubieran ido hasta allí. Con el frío que hacía. Habían andado, lo menos, 3 horas para acompañarle ese día. Ese día que había empezado como cualquier otro, sacando a las ovejas y vigilándolas durante el día. Comiendo sentado en una piedra mientras miraba al horizonte. Recogiéndolas al anochecer mientras él se cobijaba en esa cabaña. Y ahí estaban ellos. Con unas mochilas de las que empezaron a sacar cositas envueltas en papel albal: unos langostinos, unas alitas de pollo (su comida favorita. ¡Allí para él!), unos trozos de turrón... Cuando sacaron todas las viandas, se sentaron en el suelo, cogieron la bota de vino, se la fueron pasando unos a otros, y empezaron a comer.

Al terminar la cena, María, su madre, sacó un bizcocho de la mochila y unas uvas. Cogieron el termo y, con un tenedor, dieron las doce campanadas. Se abrazaron de nuevo y se desearon un feliz año. Volvieron a abrazarse. Se bebieron la leche caliente mientras se comían el bizcocho y se durmieron. 

El 1 de enero, Pedro se despertó, con frío. En la chimenea solo quedaban unas brasas. Y de sus padres y de su hermana, ni rastro. Pedro se desperezó y sonrió.  Salió de debajo de la manta, abrió su mochila y sacó, del bolsillo de dentro, el cachito de azúcar que le quedaba: un poco de carbón dulce, de las navidades pasadas, que se había cogido para celebrar esos días allí, solo en la montaña, cuidando a las ovejas.

Cuando hincó el diente, revivió su infancia. La chimenea del pueblo, las panderetas, los villancicos. Sintió la nostalgia de esos años. Y salió. En ese momento llegaba Miguel, el pastor que iba  cuidar las ovejas la primera semana de enero. Se saludaron y se felicitaron el año, y Pedro echó a correr colina abajo.

Estaba a dos horas de casa. A dos horas de su familia. A dos horas de no tener que soñar que estaba con ellos. A dos horas de la comida de Año Nuevo. A dos horas de la chimenea. A dos horas de los villancicos. Y, dos horas, después de una semana, no son nada.




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jueves, 28 de diciembre de 2017

28 de diciembre de 2016: 8760 horas después

31.536.000 segundos. 525.600 minutos. 8760 horas. 365 días. 1 año. Y volvemos al mismo lugar que hace 31.536.000 segundos.

Santos Inocentes. Bromas. Risas. Incluso enfados.

También cañas, comidas, reencuentros, dulces, objetivos, recuerdos.

Rebobinamos.

Pensamos en ese papelito.

El de las ideas. Porque no llegaron a alcanzarse como objetivos.
El de los pensamientos. Porque no se convirtieron en cambios.
El de los posibles. Porque nunca fueron hechos.

Y pensamos en el sentido que tienen hoy. El mismo que hace 8760 horas.

Y echamos la vista atrás. Y miramos hacia adelante. Y le damos una vuelta a los objetivos. Pero a los más cercanos. ¿Qué  hacemos hoy? ¿Qué broma gastamos? Nada de pensar a 31.536.000 segundos vista. El hoy. El ahora. Hagamos. Bromeemos. Ríamos.



martes, 12 de diciembre de 2017

Perfectamente imperfectos

Nos empeñamos en ser perfectos y no nos damos cuenta de que ya lo somos. Cada uno lo somos en nosotros mismos.

Perfectamente nosotros.

Alto, bajo, gordo, delgado, con nariz respingona, orejas pegadas, orejas de soplillo, pecas, blanco, moreno, rubio, pelirrojo, castaño, deportista, montañero, casero, 'de bares', 'de cine', fiestero, pueblerino o urbanita.

Te pueden gustar las motos, los coches, los montes, los parques, las series, las pelis, el sofá, dormir, cocinar, comer o vaguear.

Y hasta puede que pases tu tiempo libre mirando al cielo, paseando, tomando cañas, viajando, soñando o imaginando.

Y, cuando piensas en tus defectos, te salen algunos, como gruñón, perfeccionista, con risa histriónica, pasota, poco conversador, demasiado hablador, observador (por demás), chistoso (de humor malo), poco cocinitas o desastre.

Da igual como seas. Eres perfecto. Perfectamente imperfecto. Genial. Único. Tú.

jueves, 19 de octubre de 2017

¡Eres una valiente! #SumateAlRosa

Ese día. Te levantas y recibes una carta. Podría ser una de tantas. Pero no. Y, a partir de ahí, tu vida cambia por completo. Tus prioridades son otras. Y tu rutina no tiene nada que ver con la que tenías.

Pruebas, médicos, operaciones, sesiones, dolores, miedos, temblores, tristeza. Hay días mejores. Y días en los que no ves cómo vas a salir adelante. Pero lo haces. Por ti. Y por los tuyos. Por los que están ahí. Y por los que estuvieron. Porque merece la pena luchar. Y seguir luchando.

Sonrisas, amigos, sensaciones, familia, cercanía. Tus ideas cambian. Tu futuro cambia. Ves lo que realmente importa. Y te acercas a ello. Te aferras a ello. Te apoyas en ellos. Y eso te hace continuar, seguir, vivir. 

Porque sí, es una mierda que te pase, no nos vamos a engañar. Estar enfermo no es plato de gusto para nadie. Lo que vives, no es divertido. Las sensaciones, no son buenas. Los pensamientos, no son los mejores. Pero sé, y sabes, que vas a ser más fuerte cuando todo termine. Que vas a vivir con más optimismo, con más ganas. Porque puedes con ello. Luchas para vencer. Y lo vas a hacer.

Y dentro de un tiempo lo verás lejano. Lo recordarás por los pequeños tatuajes en tu piel. Por las cicatrices que tienes. Por las pastillas. Por las revisiones. Pero sabrás que es pasado. Que lo has logrado. Que tú también venciste. Que eres una valiente. Y que tienes toda la vida por delante. 

#SumateAlRosa 






domingo, 15 de octubre de 2017

07/08/2017 - Diario de un viajero

Luz por la ventana. ¿Serán los primeros rayos de sol? Miro el reloj: las 7.55. Pues no, no son los primeros rayos: en 5 minutos, sonará el despertador. Voy a aprovechar estos segundos más… ‘¡Arriba! ¡Arriba! ¡Buenos días!’. ¿En qué momento decidí que esta alarma era una buena idea? Desperezo. Bueno, lo intento. No puedo pensarlo más, sino, me duermo de nuevo. Así que, pies al suelo y a la ducha.
Así comenzó un día más en ese viaje.
Llevábamos ya unos días y nos esperaba un largo día en tren. Visita a un palacio, a unos jardines y llegada a Hiroshima. No era mal plan. Hasta que llegamos al palacio de Himeji y nos avisaron: se acercaba un tifón. En 3 horas, cerraban. Bueno, desprevenidos no nos pillaba, algo habíamos entendido en las noticias. Pero, aun así, ¿a quién le apetece que le pille un tifón en medio de las vacaciones? Lo bueno es que así íbamos a tener algo diferente que contar. Tocó visita rápida al palacio y... comenzó el chaparrón. Se rompió el cielo sobre nuestras cabezas. Y nos metimos bajo un porche a esperar a que escampara. Pero no lo hizo. En un momento dado, pareció que llovía algo menos y nos animamos a ir tirando hacia la estación que, por suerte, estaba cerca. Caminamos rápido. Y nos mojamos, aunque no tanto como podíamos esperar. Nos sobró tiempo así que dimos un paseo por la estación, que más parecía un centro comercial, chocolate con bollos y rumbo a Hiroshima. El cielo seguía gris. Muy gris. Nuestro futuro inmediato lo teníamos claro: nos esperaba una tarde en el hotel viendo cómo llovía por las ventanas. Craso error. Llegamos a nuestro destino y hacía un sol espléndido: nos habíamos cruzado con el tifón en el viaje. Algo para agradecer. El sol le daba un toque diferente a este lugar. Le quitaba la tristeza que le ponía la historia.
Tarde en Hiroshima. Increíble esta ciudad. Lo que les pasó y cómo sobrevivieron. Cómo lo afrontaron. Cómo empezaron de cero. Cómo lucharon contra su destino. Cómo renacieron. Y cómo lo cuentan. Con qué entereza. Con qué sinceridad. Con qué cercanía. Y qué malas sensaciones nos dejan a los visitantes del museo. Allí notas que te vacías por dentro. Sientes que lo tuyo no importa, que no es nada. Que tu vida es un paseo comparado con lo que pasó allí el 6 de agosto del 45. ¿Cómo pudo pasar esa atrocidad hace tan poco y cómo podemos olvidar tan pronto?
Y, después, vacío por dentro, visitas la ciudad. La paseas. La sientes. La vives. Y lo ves: el Dome. Ahí cayó la A-Bomb. Y ahí sigue, de pie, lo que quedó de él. Y asombra. Es un sitio tranquilo, en paz. Que llena. Que cuenta una historia desde el silencio. Y vemos atardecer. Esas luces, esas nubes, esos peces, ese río… Ese momento.
Esa noche, después de un día más de viaje, dormí diferente. Soñé diferente. E, intento, vivir diferente.





jueves, 5 de octubre de 2017

#DiaMundialDeLosDocentes

1 de septiembre de 2017
3 años. Primer día de preescolar. Los padres acompañan a sus niños, por primera vez, al colegio. Lloros, angustia, emoción, caras nuevas… Ese día no se sabe si lo pasan peor los niños o los padres.
Unas horas después, los padres vuelven a esa puerta. En esa en la que sus hijos se han hecho un poquito más mayores esa mañana. Y los niños van hacia ellos. Sonrientes o llorosos, corriendo o andando. Saludando o mirando de refilón a sus nuevos compañeros.

Y aquí  empieza el ciclo.

El cole: ese sitio donde se sabe cuándo se empieza pero no cuándo se termina. Donde aprendemos. Crecemos. Hacemos amigos. Pasamos buenos, y malos, momentos. Donde empezamos a leer. Y a escribir. Donde aprendemos cómo calcular la raíz cuadrada de 25. Y conocemos a Shakespeare. Y hacemos nuestra primera entrada a canasta. Donde nos examinamos con el test de Cooper. Y donde celebramos festivales de Navidad y de final de curso.

El cole: donde amamos y odiamos, por igual, a nuestros maestros y profesores. Donde empatizamos con unos más que con otros. Donde sacamos punta a cada uno de ellos. Y les ponemos motes y coreamos canciones. Donde aprendemos de sus cosas buenas. Y vemos lo que no nos gusta para no hacerlo. Con los que aprendemos a leer, a escribir, a crecer. Los que nos enseñan matemáticas y conocimiento del medio. Los que nos hacen pedirnos perdón con el compañero con el que hemos discutido. Y los que nos dicen cómo hacer las cosas mejor. Los que nos examinan. Los que nos acompañan a los viajes de fin de curso o a la nieve. Los que se disfrazan si hace falta. Los que nos escuchan. Y los que nos castigan. Los que nos han decidido que su profesión sea enseñarnos para que aprendamos para la vida. A los que no agradecemos lo suficiente lo que hacen por nosotros para que seamos los que somos años después. 

A los maestros. Y a los profesores. #DiaMundialDeLosDocentes

"La educación es el arma más poderosa que puedes utilizar para cambiar el mundo" (Nelson Mandela)


martes, 3 de octubre de 2017

¿Todo igual?

Un río. La corriente del agua. Los peces saltando. Todo igual y a la vez diferente. Pequeños detalles que cambian la situación.
La unión del pasado y del presente. Del bien y del mal. De las decisiones que marcan. A todos. La maldad humana. La solidaridad. El tiempo que pasa, rápido o lento. 72 años. Ayer. Y aquí estamos. Hoy. Viendo todo igual, pero diferente. Destrozado. Sobrevivido. Evolucionado. Cambiado. Asimilado. Adaptado. Trabajado. Ilusionado. Luchado.


jueves, 21 de septiembre de 2017

En los brazos de Morfeo

Despereza. Lo intenta. Se estira en la cama y trata de levantarse. Una pierna para un lado, otra para el otro, manos para arriba... Crece 3 centímetros, al menos. Y vuelve a hacerse una bola. Giro hacia un lado, mano debajo de la almohada, y a seguir sobando. No sabe qué hora es. Ni quiere saberlo. Dormita. Todavía es de noche. Un ligero reflejo de las farolas entra en la habitación por las rendijas de las persianas. Morfeo todavía le acunará por unas horas. Y él está dispuesto a dejarse mecer. Sin oponer resistencia. El día no ha llegado. Y él no va a desaprovechar la oportunidad de seguir durmiendo. Y soñando.


Sin recuerdos

Recuerdo cosas. Algunas. De cuando era joven e iba al campo. De cuando era una niña y saltaba en el parque. De cuando era treinteañera e iba a trabajar. De cuando tenía cincuenta y salía a pasear. Del día que cumplí cuarenta y me hicieron una fiesta sorpresa. Del día que me jubilé, cuando rondaría los sesenta y algo. Y de que hoy he comido.
No recuerdo más.
No sé quiénes son los protagonistas de las fotos que decoran el salón. Vienen personas, caras sonrientes que me abrazan y me besan, y me cuentan. Me cuentan sus cosas. Que supongo que son también mías. Pero no las relaciono conmigo.
Tenía 8 años. Iba vestida de blanco y tomé la comunión.
Una chica me habla muy cerca. Me incomoda. Me llama abuela. No sé quién es. Pero me recuerda a alguien.
Un atardecer, en lo alto de un monte, con una rispita de chorizo en una mano y un trozo de pan en la otra.
Me aturullo. Hablan a mi alrededor. No sé qué quieren. Quiero que me dejen.
Ese día. Era otoño. Las hojas empezaban a caer de los árboles. Recuerdo aquel día. El día que dejé de recordar.

A los enfermos de Alzheimer. A sus familias. Y a sus cuidadores. 



lunes, 18 de septiembre de 2017

La nota de Hugo

Hugo salió de casa y dejó una nota a su madre: ‘Volveré pronto pero no me esperes para cenar’. Y salió por la puerta. En su habitación, dejó una nota más larga, para quien quisiera leerla:
‘He ido a ver a María, mi compi. Me encanta. Esa chica tiene todo lo que puedo buscar. Es todo lo que quiero. Y es a la que quiero. Voy a verla ahora y me voy a declarar. A ver qué me dice. Si me dice que sí, me voy a ir con ella a vivir a otra ciudad. Los dos solos. Eso significará que me quiere y que vamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos. Empezaremos de cero, ella y yo. Nadie más. Y formaremos una familia. Así que si no vengo a cenar, es que mi vida nueva ha comenzado. ¡Enhorabuena, puede que dentro de unos años seáis abuelos!
En cambio, si vengo a cenar… bueno, si vengo a cenar, o bien pasa de mí o bien hemos decidido que vamos paso a paso. Mi cara lo dirá todo. Así que, por favor, no preguntéis. ¡Deseadme suerte! ¡Os quiero!’



martes, 12 de septiembre de 2017

Siete décadas. Una vida

Lolo y Manolita son amigos de toda la vida. Casi casi desde que nacieron. Lolo todavía recuerda cómo cuando jugaban al balón prisionero en la escuela ya no le tiraba a dar. Y Manolita cómo se empezaron a ver a escondidas cuando eran unos críos. Y los dos se acuerdan de ese momento, detrás de la iglesia, cuando, en la oscuridad de la noche y con la luz lejana de una farola, se miraron a los ojos, muy muy profundamente, y no saben cómo todavía, se atrevieron a besarse.

Y Lolo se acuerda de las cosquillas que sentía en el estómago cuando esa noche se despidió de ella, tras la esquina para que no le vieran los padres de Manolita, y salió corriendo hacia su casa, con la emoción en la garganta. Y Manolita todavía recuerda cómo le temblaban las rodillas cuando entró por la puerta de la cuadra, aquella noche, con una sonrisa que no le cabía en la cara y recordando esa mirada y el tacto de los labios de Lolo.

Y, después de esa noche, siguieron quedando. A escondidas y a la luz del sol. Detrás de la Iglesia y en el bar del pueblo. En la misa y en las fiestas. En el campo y en la plaza. Arando y llevando las vacas a pastar. Y, cuando podían, se besaban, a escondidas, como aquella noche. Y notaban las mariposas en el estómago y cómo les temblaban las rodillas.

Hoy, unas décadas después, siguen haciendo planes. Ahora sin esconderse. Casi 70 años juntos les permiten hacer lo que les plazca. Ya no van a arar, pero salen de paseo. Ya no se ven detrás de la iglesia, llegan juntos a la puerta. Visitan a sus nietos. Y sus nietos les visitan a ellos. Y siguen desayunando, comiendo y cenando juntos. Y siguen viajando juntos. Y siguen viendo la tele juntos, tapados con las mismas faldillas. Y siguen disfrutando de las pequeñas cosas, juntos. Y es que, hace 84 años, nacieron Lolo y Manolita. Los dos en septiembre. Los dos a finales. Los dos el 28. Y, ese día, sin que lo supiera nadie, ellos ya estaban destinados el uno para el otro.

Sí, es el típico (y atípico) caso en el que realmente podemos decir que han estado toda la vida juntos. Y han celebrado todo juntos. Hasta los cumpleaños. 





jueves, 31 de agosto de 2017

¡Buen camino!

Agosto. Hace 5-1 años, dos charritos llegaban a Santiago de Compostela. Dos generaciones. Dos personas. Iguales y diferentes. Con un objetivo común: llegar (y comerse una mariscada) pero cada uno por una razón. O los dos por la misma. Los dos con ganas de pasar unos días en compañía. De caminar. De peregrinar. De hablar. De hacer algo juntos.

El tiempo se pasa volando. Parece que fue antes de ayer cuando salieron de Sarria. Y ayer cuando llegaron el Obradoiro. Es raro pensar en cómo se pasa el tiempo.

Ahora, ya es pasado. Ayer, ya es pasado. El futuro minuto, en nada ya es pasado... ¿No merece la pena esforzarnos en vivir el presente para tener un bonito pasado para recordar?

"No disfrutarás del camino si solo te preocupa llegar"



lunes, 28 de agosto de 2017

¡A llenar los pulmones!

Respirar. Absorber el aire por los pulmones. Inspirar y espirar. Una acción automática a la que no le prestamos atención sino nos falta el aire.
Respiración tranquila. Respiración pausada. Respiración agitada. Si te pones a escuchar la respiración del vecino, podemos saber cómo se encuentra.
Silencio. Escucha. Escucha un poco más.
Está dormido. Está nervioso. Está acatarrado. Está esperando. Está, sin más.

Habitación conjunta. Varias camas. Hora de dormir. Escucha. Hay gente que duerme, gente que ronca, gente que no deja de dar vueltas, gente que sueña...

La respiración habla del momento de cada uno.

Coge aire. Llena abdomen. Llena pulmones. Sube clavículas. Inspira y espira. ¡Respira!






sábado, 12 de agosto de 2017

A-bomb

Calor. Mucho calor. Ese calor que te atrapa y no te deja respirar. Y, después, nada.
Nada de familia, ni de amigos. Solo destrucción. Mucha. Por todos lados. Nada de vida. De tu vida.
A partir de ese momento, toca empezar de nuevo.
Obviar lo pasado. Tratar de olvidar lo ocurrido. No sentir las cicatrices. No verlas. Cerrar un círculo. Acabar un capítulo. Y empezar uno nuevo. Desde cero. Una página en blanco para empezar a crear de nuevo.

7 de agosto de 2017 - Hiroshima (By BorjaG)

lunes, 24 de julio de 2017

¡Vivan los novios!

Sí. Nos alegramos poco por los demás. Pero un día te despiertas y tienes un plan. Un planazo. Y ahí sí te alegras. Ir a la boda de unos amigos es un día de felicidad para todos. Y no solo por ponernos guapos, que también. Es llevar como complemento una gran sonrisa en la boca.

Estás feliz por compartirlo con ellos. Por demostrarles lo que les aprecias. Porque ellos quieren compartir ese día contigo (y con los demás). Porque nos hacen partícipes de ese paso que han decidido dar. Por su compromiso. Por su alegría. Por su ilusión. Porque van a comer muchas perdices. Durante muchos años.

Porque, como dijo el cura el 22 de julio de 2017, en La Clerecía, a las 17.00 horas, es algo milagroso y maravilloso.

¡Que vivan los novios!




viernes, 21 de julio de 2017

Otro viaje en tren

Y ese día, soñó. Soñó con un viaje en tren, de esos que tanto le gustaban a ella. Soñó que la veía, que se la encontraba caminando por el vagón. Soñó que ese reencuentro era todo lo que habían esperado. Soñó que se miraban, que hablaban, que se rozaban las mejillas al saludarse. Inclusó sintió cómo se le erizaba la piel al tocarle la mano. Y, cuando se despertó, lo recordó. Ella ya no estaba, se había ido. Pero siempre le quedarían los sueños para verla de nuevo y, algún día, en algún lugar, se encontrarían.


miércoles, 12 de julio de 2017

Vivir: conjunto de pequeñas cosas

Desperezarse en la cama mientras haces la croqueta. Tomar un vaso de leche con galletas mientras miras por la ventana. Quitarte el pelo de los ojos cuando sopla el viento. Admirar un increíble color de cielo mientras atardece. Tumbarte en el suelo y descubrir figuras en las nubes. Encontrarte unas ferias en un pueblo y comerte un algodón de azúcar. Pasar al lado de un aspersor y que te empape. Comer el cuscurro, caliente, de un colón según sales de la panadería. Pintarte la lengua de azul con una piruleta. Ver una peli en el sofá con un cojín tapándote la barriga. Llenar un coche con globos. Darte un chapuzón cuando el calor aprieta. Encontrar un sitio paradisiaco sin buscarlo. Ir a un concierto, sin ganas, y que sea "el concierto". Encontrar una baliza después de un rato (muchos minutos) dando vueltas. Tumbarte en el jardín y hacer una cadena de risas. Pasear por una carretera solitaria. Engancharte a un libro y leerlo del tirón. Disfrutar de un amanecer a través de las ramas de un bosque. Ver un arcoiris. Subir a una torre y ver el horizonte. Descubrir un castillo abandonado. Observar las llamas de una chimenea. Dormirte en  el sofá y teletransportarte a la cama.

"Disfruta de las pequeñas cosas de la vida porque quizá, un día, mirarás hacia atrás y te darás cuenta de que eran las más grandes"


miércoles, 5 de julio de 2017

Don Juan, un aldeano de pro

Todo comenzó a finales de julio. Corría el año 67 y hacía un calor horrible. Un bochorno que no dejaba pensar.

La tarde de, no recuerdo bien, si el 17 o 18, los últimos médicos licenciados de la Universidad de Salamanca tenían que elegir su futuro. Y allí estaba él. Joven e inexperto pero con muchas ganas de aprender, a punto de decir el destino en el que iba a desarrollar los primeros meses de su carrera profesional. Una decisión que tenía muy meditada: iba a irse a un hospital de Madrid para convertirse en un gran cirujano. Ese había sido su sueño toda la vida. Y estaba a punto de lograrlo. Solo tenía que ver en qué posición estaba de la lista y esperar su turno para decir su destino en voz alta.

El calor. Ese calor tan horrible. Esa debía ser la razón por la que no veía su nombre. No podía ser. Había estudiado con todas sus fuerzas para estar de los primeros en la lista. Y no estaba. No leía su nombre en ningún folio. ¿Dónde estaba? Por fin. “Número 252. Juan Pérez Sánchez.”, leyó en voz alta. No se lo podía creer. Había 260 en la lista y solo 8 por detrás de él. Notó como la cabeza le daba vueltas y se sentó, en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared.

Madrid. Adiós. Ya no iba a poder ser. O sí. Quizá no sería cirujano pero podría hacer otra especialidad y cambiarse más adelante. Sí, eso haría.  

Empezaron a entrar en la sala en la que iban a decidir su destino. Estaba contento con su última decisión, aunque seguía sudando. Qué calor en la sala, bien podían abrir las ventanas. Observó a su alrededor: cinco personas sentadas en una larga mesa, un gran listado en un lateral y una persona de pie con un rotulador. Nada más. El que, intuyó, sería el presidente del acto, se levantó y leyó: ‘Número 1. Joaquín Pérez’. Y Joaquín se levantó, se acercó al listado, señaló con el dedo y dijo ‘Ramón y Cajal. Oftalmología’, mientras sonreía. Y esa opción la tacharon de la lista.
250 personas delante de él eligieron hospital, ciudad y especialidad. La número 251 se levantó y eligió Madrid. La última opción que quedaba en la capital. Sintió vértigo, no sentía los pies en el suelo. “Juan Pérez Sánchez”. Escuchó su nombre y se levantó. Se acercó al listado, mareado, con la vista perdida y con puntos blancos en su mirada. No podía pensar. Ya no había Madrid. Solo había 8 destinos. 8 destinos de los que no sabía nada. Levantó la mano derecha, la acercó al listado y señaló un lugar. No sabía cuál. Centró la vista y leyó, en una voz apenas audible: ‘Aldea del Obispo. Medicina general’. Y bajó del estrado mientras tachaban su futuro y dejaban solo 7 lugares disponibles.

Aldea del Obispo. ¿Dónde estaba? ¿Qué había? ¿Qué iba a hacer allí? Medicina general. Sí, pero, ¿y las operaciones? ¿Y el hospital? ¿Y el ajetreo de la gran ciudad? Las gotas de sudor le caían por la espalda mientras salía del edificio. Se sentó en un banco.  Respiró aire caliente. Olía a tierra mojada. Y empezó a llover. Muy fuerte. Para limpiar el ambiente cargado. Y, de paso, para limpiarle a él. Y se levantó y anduvo. Dejó de sudar. Y empezó a pensar en el futuro.

Ese que vivió hasta ayer. Mi gran amigo. El que me contaba todas sus historias. El que llegó a Aldea sin esperanza y sin planes y encontró más de lo que podía esperar.

Ese año, en el 67, Don Juan vino a este pueblo para ejercer una profesión que no conocía más que de los libros. Empezó sin experiencia y sin ideas. Cuando llegó era un joven con ganas de aprender todo. Y eso hizo. Ese verano, aprendió a poner inyecciones, a escuchar los problemas de la gente en la consulta, a auscultar y a despertarse en medio de la noche para coser una pitera. La experiencia le enseñó a diagnosticar, a curar, a ayudar y a entender. Y con cada una de las personas que entró en su consulta siempre aprendió algo. Al cabo de unos años, dejó de vivir de alquiler y se hizo su casa en un terreno que compró. No era muy grande, pero tenía un despacho donde atendía a los pacientes cuando había urgencias.

Y siguió aprendiendo de su profesión mientras hacía amigos. Y muchas veces pensaba en ese día, 17 o 18 de julio, cuando leyó, en voz alta muy bajita, ‘Aldea del Obispo’. La mejor decisión que pudo tomar. Porque en Aldea no solo se convirtió en médico, también creció, maduró y se hizo mejor persona. Aquí conoció gente, ideas, valores, sentimientos. En Aldea también se enamoró. Y en Aldea nacieron sus hijos. Aldeanos de pro, desde las raíces.

En Aldea hizo su vida. Toda su vida. Hasta ayer. Que se fue sin decir adiós. Pero, al menos, durante todos estos años, tuvimos la oportunidad de conocerle, de tratarle, de enseñarle, de aprenderle. Porque fue un buen hombre. Un gran médico. Un gran contador de historias. Una gran persona. Un aldeano de pro. 





P.D. A los médicos rurales.

viernes, 30 de junio de 2017

La cuentaduernos

Y, un día, buscó en el diccionario qué significaba exactamente esa palabra. Y encontró lo siguiente:

1. m. Narración breve de ficción.
2. m. Relato, generalmente indiscreto, de un suceso.
3. m. Relación, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención.

Y, finalmente, se decidió: iba a contar cuentos. Muchos o pocos. Largos y cortos. De niños y de niñas. De animales y de personas. De cosas o de nubes. De pensamientos. De sentimientos. De invenciones. De sucesos. De historias. 

Y así aparecieron Pepe el Astronauta y Marieta la Dicharachera. Y otros que ya existían. Y otros que existirían. Sí. Acababa de elegir su destino. Iba a hacerlo: ser narradora de cuentos. Una cuentaduernos.  


"Cuéntame un cuento, que ya creo que estoy soñando. Cuéntame un cuento, con música voy viajando"




martes, 27 de junio de 2017

Así era ella

Así era ella. Una persona a la que le gustaba todo y nada a la vez. Le gustaba probar. Reir. Llorar. Saltar. Innovar. Correr. Andar. Dormir.

Ella era un alma inquieta. Tan pronto subía árboles como bajaba a cuevas. Montaba a caballo como iba andando. Nadaba como saltaba.

Un corazón caliente. Que amaba todo lo que hacía. Ponía el alma en todas sus acciones. Fuera una cosa u otra. Siempre, al 100%.

Así era ella. Una persona que se dejaba llevar. Por la corriente. Por el aire. Por las nubes. Por los sueños. Por las ganas.

"La edad solo es importante si eres un queso o un vino"






miércoles, 21 de junio de 2017

¡Eres único en el mundo!

Eres especial. Sí, lo eres. Aunque no lo sepas. O no lo creas. Alguna vez te lo habré dicho. O te lo habrán dicho. Tienes un no sé que qué qué se yo.

"No era más que un zorro semejante a 100.000 otros. 
Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo" (El Principito)




martes, 13 de junio de 2017

¡A vivir!

¿Y si lo que pasa siempre pasa por algo?
¿Y si nos dejamos llevar?
¿Y si forzamos al destino?
¿Y si dejamos que la vida siga?
¿Por qué no vivimos, sin más?

"La vida es una aventura, no un viaje organizado"






viernes, 9 de junio de 2017

Hoy es siempre todavía

Espero no volvernos locos. Y, si nos volvemos, recuperar la cordura alguna vez.
Espero que entendamos a los demás. Pero entendernos a nosotros también.
Espero que no perdamos el norte. Y, si lo perdemos, ver si realmente queremos tirar al sur.
Ojalá nos sumerjamos en cada libro. Pero sabiendo que es una historia ficticia.
Espero que vivamos al máximo. Pero sin olvidar que un rato de sofá también está bien.
Ojalá sigamos aprendiendo. Pero disfrutando de lo que ya sabemos.
Espero que vivamos cada película. Pero siendo conscientes de que se acaba en una hora y media.
Espero que sigamos conociendo cosas nuevas. Pero sin olvidar las que ya conocemos.

Ojalá disfrutemos de cada momento. Del que ya hemos vivido, del que vivimos y del que viviremos.   

"No desees tener todo para disfrutar la vida. Tienes la vida para disfrutarlo todo"


martes, 6 de junio de 2017

Para ella, que soñaba despierta

Sí. Yo también he comido una cucharada de Cola Cao y casi muero en el intento. Y he subido al manzano. Y he bajado con la bici por el camino del embarcadero. Y he pegado la lengua al hielo. Y he dormido con piloto porque me daba miedo la oscuridad (¿o era a ti y dormía con luz por solidaridad?). Y he corrido, bailado y gritado bajo la lluvia. Y he ido en bici por la carretera, sin casco, a lo loco. Y he entrado al cementerio de noche. Y he ido a la escuela unitaria, me he mudado muchas veces, he hecho nuevos amigos… Pero, a pesar de todas las cosas que he hecho yo y que tú también has hecho, hay otras en las que eres única. 

No me caí de un columpio liándola parda ni no lloré cuando nos perdimos en el autobús y no teníamos dinero para volver. Eso lo hiciste tú. Y ser una cabezona orgullosa, eso lo has ido perfeccionando tú solita. Porque estás loca, es cosa de familia, y aun así te haces querer. Porque lo que te propones lo consigues. Haga frío, aire, llueva, truene o tengas que nadar a contracorriente. Porque luchaste contra viento y marea cuando creías en ti. Porque has demostrado mucho más de lo que te proponías. Porque eres tú. Única. Especial. Siempre viviste en las nubes y, mira tú por donde, ahora eres experta en algo más allá de ellas. Porque siempre tenemos que seguir siendo niños. Y seguir luchando por nuestros sueños. Y hacerlos realidad. Como tú. 

'El universo está en nosotros' (Neil DeGrasse)


sábado, 3 de junio de 2017

¿De dónde eres? De donde vienes

Esos recuerdos. La imaginación. El poder de la mente.
Sin dejar de tener en la memoria el pasado, pensar en el futuro.
Pero sin olvidar quién fuiste, quién eres y quién quieres ser.
Somos lo que somos por nuestro pasado. No podemos renunciar a él.

"Fui, soy y seré, siempre, de un lugar de la Raya."


domingo, 28 de mayo de 2017

¡Zambúllete en la vida!

Una película. Un libro. Un paseo.

Siente lo que vive el actor protagonista de la película en la pantalla del cine. Viaja como lo hace el personaje principal del libro que tenías pendiente. Observa los paisajes que dejas a izquierda y derecha por el paseo del río mientras ves el atardecer reflejado en el Tormes.

Una ruta. Una chimenea. Un cielo nuboso.

Escucha el sonido de las hojas mientras las pisas en un bosque de otoño. Siente el calor en los pies mientras suben y bajan las llamas atrapando la leña. Descubre qué figuras se esconden entre las nubes que cubren el cielo azul.


Elige lo que más te guste, lo que más te apetezca, y zambúllete en lo que elijas. Y disfruta. Disfrútalo como si no hubiera mañana, como si te fuera la vida en ello. Porque la vida está hecha de esos pequeños momentos.

"Es mejor vivir la vida que soñarla"





jueves, 25 de mayo de 2017

Suena el despertador

Suena el despertador. Ducha rápida, algo para comer y salir pitando de casa. En 5 minutos, ya en la estación. No se me olvida nada: mochila, comida, libro y el abono. ¡Para dentro! El cercanías llega en 5 minutos y me siento. Comienza el viaje de todos los días, pero siempre diferente. Caras de sueño, llorosas y animadas. Ropa de colores y ropa negra. Zapatillas, zapatos y sandalias. Libros, tablet y nada. Miradas al paisaje. Miradas al suelo. Miradas en sí. Llegamos. El tren se para. Bajo. El trabajo me llama. 



domingo, 14 de mayo de 2017

Ella y yo: siempre

Solos ella y yo. Todas las noches tenemos una cita, aunque algunos días ella no se presenta y otras solo se asoma un poquito, por vergüenza. Nos conocimos hace muchos años, de casualidad, una noche de verano mientras paseaba por un camino en la oscuridad. Me di cuenta de que algo proyectaba mi sombra, levanté la vista y ahí estaba ella. Imponente. Llena de luz. Cada noche salgo a verla. Cuando no está, leo bajo la luz de las estrellas, a ciegas. Me falta ella: sé que está pero no puedo verla. Mi luna. Mi compañera.


miércoles, 10 de mayo de 2017

Lectura nocturna

Ahí estábamos. Bajo ese manto de estrellas que nos inundaba de luz. No teníamos nada que ganar ni nada que perder. Tumbados. Mirando al cielo. Leyendo toda la información que nos daban los astros: Vía Láctea, Osa Mayor, Osa Menor… Y así pasamos la noche, perdidos en la lectura astral. Viendo cómo se movía el mundo, o cómo se desplazaba la noche. Los dos solos, disfrutando las horas de oscuridad, el silencio que nos rodeaba. No necesitábamos más. Nosotros, las estrellas… y la luna.



lunes, 8 de mayo de 2017

Preparados, listos... ¡a viajar!

Ya estaba todo preparado: billete de ida, mochila lista y un montón de ilusiones. No necesitaba nada más. Tenía toda la vida por delante para descubrir nuevas culturas, nueva gente, nuevos países… Solo faltaba decirle cuándo y a dónde partía.

“No importa dónde vayamos sino lo que hagamos con el mundo que descubrimos”




jueves, 4 de mayo de 2017

¿Cómo me miras si me miras?

Ey, tú. Sí, tú. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? Ah, no, corrijo, la verdad es que no lo haces. Quizá nunca lo hiciste, aunque pareciera que sí.

"La luna está llena de miradas que se perdieron buscando una respuesta"


martes, 2 de mayo de 2017

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

El portugués es ese idioma que tanto me gusta y del que tan poco sé (de momento). Eu tenho uma varinha mágica... lo aprendí, y es mi frase de cabecera. Pero, vamos a darle tiempo...

Aparte del idioma, nuestro país vecino tiene muchas otras cosas interesantes: los pasteles de nata, las bifanas, las sopas con verduras (calentitas después de una carrera)... ¡y hasta la playa que tendría Salamanca si no fuera por ellos! (Recomiendo ver el  reportaje de Isabel Ocampo, La Raya que me raya).

Y tiene una palabra que tiene mucho significado pero que en español no existe: saudade. Sería como echar de menos, pero sin ser así. Pero, entonces, ¿qué es? El diccionario lo define como lembrança grata de pessoa ausente ou de alguma coisa de que alguém se vê privado. La wikipedia la describe como mistura dos sentimentos de perda, falta, distância e amor. 

Me encanta esta palabra. La utilizaría cada día. Saudade...

"Saudade é a nossa alma dizendo para onde ela quer voltar" 




lunes, 24 de abril de 2017

El tiempo siempre encuentra un final perfecto

Date tiempo. Todo el que necesites. Porque el tiempo pone cada cosa en su sitio. ¿Tiempo para qué?

Para pensar, en lo bueno y en lo malo, en que lo ha pasado y en lo que podría pasar. En lo que no pasó pero podría haber pasado.
Para digerir el presente, basado en el pasado.
Para ser feliz con tu vida.
Para afrontar con entereza los reveses de la vida.
Para luchar por lo que quieres.
Para tirar la toalla cuando sea el momento de hacerlo.
Para entender lo incomprendible.
Para terminar lo que empezaste.
Para empezar cosas nuevas.
Para continuar con tu vida.
Para viajar a otros lugares.
Para conocer nuevas culturas.
Para leer un buen libro.
Para disfrutar de las amistades.
Para aprender de tu compañía.
Para hacer un maratón de cine.
Para terminar una carrera (larga).
Para reír.
Para disfrutar.
Para llorar.
Para entender.
Para reposar.
Para decidir.
Para vivir.

"El tiempo es el mejor autor. Siempre encuentra un final perfecto" (Charles Chaplin)


jueves, 20 de abril de 2017

Instinto, el olfato de la mente

Ese olor. Lo noto. Me recuerda algo. Me remonta a un lugar en el pasado, cuando caminaba por una calle abandonada y vi a una señora cocinando. Este, en cambio, me sitúa en un invierno: estoy sentada en un sillón orejero, con las piernas bajo las faldillas al calor del brasero. Y, mientras camino por este bosque, estoy en mi primer campamento, durmiendo en tienda de campaña, al lado de un pinar, ¡qué bien huelen los pinos!
Andando por este pueblo hace frío, voy abrigada, y se ve y huele el humo de las chimeneas: soy una cría y estoy viendo el fútbol, en la dos, al lado del fuego, y celebro los goles como si fuera una final de la Copa de Europa.
Muchos olores me recuerdan cosas, me traen a la mente lugares, momentos, personas. Épocas pasadas. Recuerdos. Momentos.
¿A quién no le pasa? El pan recién hecho, una hoguera, el campo mojado, el incienso, la miel, una barbacoa, un chicle de fresa ácida, las especias, el jengibre, el té, un árbol (¿cerezo quizá?), el tomillo… Tantos olores, tantos recuerdos… y los que nos queda por oler, conocer, sentir y recordar.


“De los cinco sentidos, el olfato es incuestionablemente el que mejor idea da de la inmortalidad” (Salvador Dalí) 


miércoles, 12 de abril de 2017

Furgoneteando: a way of life

Noches de luna llena o de mantos de estrellas. Noches de furgoneta. Da igual si es enero, mayo, septiembre o diciembre. Cualquier momento es bueno para furgonetear. En invierno o verano, planificado o sin planificar. Campo o ciudad. Viajes largos o de dos días nada más. ¡Me encanta esta manera de viajar! ¿Qué paisaje tendremos mañana al despertar?

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas” (Henry Miller)





jueves, 6 de abril de 2017

Cadaunadas

A lo mejor pensáis que soy rara. Quién sabe. Cada uno es cada uno con su cadaunada. Pero, hay veces que tengo mbuki-mvuki. No puedo evitarlo. Cuando bailo, que ya es raro de por sí, me da por ahí. Tarab lo llaman algunos. Eso va íntimamente relacionado a cuando tengo kili: no sé por qué, pero desbundo muy fácilmente.

En cambio, cuando estoy más desanimada, me gusta salir al monte. Si llueve, mejor, y con aire, me revitalizo más todavía. Ay, uitwaaien… qué bien resume esa sensación. Cuando llego a casa, lo veo todo de otra manera. Aunque, no os voy a engañar, el dadirri también aporta su granito de arena.

Otros días, al despertarme, siento que va a ser un gran día. Yuan bei. Y, si tengo algún problema, lo desenrascanço.


Que no digan que no podemos gestionar nuestra vida. Tenemos orenda. Sisu: ¡a por todas!




¿Quieres entenderlo todo? Aquí tienes las respuestas! :)
  • Mbuki-mvuki (bantú): irresistible deseo de quitarnos la ropa mientras bailamos.
  • Kili (tagalo): agitación nerviosa que se siente al hablar con alguien que nos gusta.
  • Uitwaaien (holandés): sintetiza los efectos revitalizadores de pasear mientras sopla el viento.
  • Sisu (finlandés): determinación extraordinaria ante la adversidad.
  • Desbundar (portugués): perder las inhibiciones al divertirse.
  • Tarab (árabe): un estado de éxtasis o embelesamiento provocado por la música.
  • Yuan bei (chino): una sensación de completa y perfecta plenitud.
  • Dadirri (aborigen austaliano): un acto espiritual profundo de reflexión y escucha respetuosa.
  • Desenrascanço (portugués): salirse ingeniosamente de una situación problemática
  • Orenda (hurón): el poder de la voluntad humana para cambiar el mundo frente a fuerzas poderosas, tales como el destino.

martes, 4 de abril de 2017

Momentos que tienes que vivir

Abrazos que te llenan el alma.
Voces que te llenan los oídos.
Pensamientos que te sitúan en otros lugares.
Besos que te transportan a cuentos.
Sonrisas que te levantan el ánimo.
Miradas que te hacen sentir.
Roces que te erizan la piel.
Gestos que te llevan a otro tiempo.
Pasos que te enseñan nuevos sitios.
Canciones que evocan recuerdos.
Despedidas que te dejan vacío.
Sonidos que hacen volar tu imaginación.
Silencios que te acercan a ti.
Sueños que te llevan a otros mundos.
Inspiraciones que te llenan de vida.
Momentos que tienes que vivir.

"La vida no se mide por las veces que respiras sino por los momentos que te dejan sin aliento"



lunes, 20 de marzo de 2017

Nuevos rincones, nuevos campos, nuevas aventuras

Él era un niño normal. Le gustaba ir al pueblo, salir con sus amigos, con sus primos, ir al campo, acampar en el huerto (cuando le dejaban), perseguir a las ovejas y escuchar historias de su abuelo. ¿A quién no le gusta esto? Solo al que no lo conoce. Pero él había tenido la suerte de hacerlo.

Y así vivió su infancia este chavalín. ¿Su nombre? Nadie lo sabía. Le llamaban por alguno de sus motes. A él el que más le gustaba era Meno. ¿Por qué? Le recordaba a Nemo, el pez payaso que se enfrenta a todo tipo de aventuras junto a su amiga Dory. Y él se sentía un poco así: un tanto payaso, un poco pez aventurero y un poco Dory porque se le olvidaban las cosas. Así que sí, vamos a llamarle Meno.

A Meno le encantaba la vida de campo. No porque viviera en un pueblo (no era Pepe 'el astronauta', solo se conocían de vista)  sino porque le gustaba todo lo relacionado con la naturaleza y siempre que podía se iba a la casa de sus abuelos para investigar los alrededores.

Meno conocía los campos, los caminos, las montañas, los árboles, los toros, las ovejas, los riachuelos, los amaneceres y los atardeceres de unos kilómetros a la redonda de su casa. Y muy pronto se dio cuenta de que necesitaba conocer más, así que empezó a irse un poquito más lejos para conocer nuevos paisajes, animales, ríos, piedras, pinos, encinas... Siempre conociendo cosas nuevas.

Así, Meno se volvió un experto en rocas, árboles, hierbas, arbustos, lobos, jabalíes, collados, laderas, amaneceres y atardeceres. Y empezó a vivirlo con más gente que disfrutaba como él conociendo cosas nuevas y viviendo la naturaleza como una parte vital de su ser.

A día de hoy, Meno, que sigue siendo un niño, tiene su vida, su casa, sus amigos y sus hobbies. Y sigue teniendo la necesidad de conocer cosas nuevas, campos nuevos, bosques más lejanos y nuevos escenarios. Meno tiene pocas cosas claras en la vida pero que quiere seguir conociendo y disfrutando de nuevos lugares... esto sí lo sabe.  Era, es y será un aventurero un poco pez payaso al que se le olvidan las cosas pero que disfruta en la naturaleza. Y siempre quedarán nuevos rincones para ser descubiertos.

"Si realmente amas la naturaleza, encontrarás la belleza en todas partes" (Vincent Van Gogh)





miércoles, 15 de marzo de 2017

¿Quién no se pone nervioso la primera vez que echa a volar?

Nervios. Esos nervios que se notan en la barriga, en el estómago. Esa ansiedad que no te deja dormir, que no te deja comer... o que te hace comer mucho, más de lo que deberías. Esta sensación puede aparecer por mil cosas, más trascendentales o menos, más personales o menos... Al final, los nervios son subjetivos, pero objetivos para cada uno de nosotros.

Aparecen cuando hay que ir a trabajar después de las vacaciones, o cuando te vas de viaje. Cuando hay cambios en tu vida, cuando tu equipo de fútbol se juega el pase a cuartos de Champions. Nos ponemos nerviosos cuando nos vamos a vivir a otra ciudad o a otro país. Cuando vamos a hacer algo nuevo o cuando vamos a probar una comida nueva. También cuando no sabes lo que se avecina. Aparecen cuando vamos al médico o al dentista. Cuando conoces a alguien. O cuando dejas de conocerlo. O cuando suena el pitido de salida en una carrera de orientación.

El día de Reyes, por la mañana, hay un cosquilleo en el estómago: son los nervios, que están ahí, esperando para ver las caras de los demás cuando abran los regalos que les has preparado con tanta ilusión.

Y así decenas, cientos de razones más. Cada uno tenemos las nuestras. A cada persona le afecta más una cosa u otra. Y hay nervios buenos y nervios malos. Lo importante es que sepamos controlarlos. Mejor o peor. Más efectivamente o menos. Total, nadie nace enseñado. Y hay nervios nuevos que no conocemos. Situaciones nuevas que nos 'ennerviosan' y que no sabemos afrontar. Pero aprenderemos.

'Todo el mundo está nervioso la primera vez que echa a volar' 


martes, 7 de marzo de 2017

Mejillas con sabor a mar

Lágrimas. Muchas. Salen de tus ojos y caen por tus mejillas dejando un sabor salado y un olor que te recuerdan lo que has llorado.

A veces ves algo emocionante y cae una lagrimita, y luego otra, y luego otra... Otras veces, lloras de tristeza y, a veces, de alegría. En ocasiones lloras, sin más, porque lo necesitas. Otras es porque te acuerdas de algo, y algunas porque piensas en algo.

Cuenta la leyenda que tratas de no llorar para que no te vean y eso provoca que miles de lágrimas se deslicen por tu cara. Que cuanto más fuerte quieres ser, más te desmoronas. Y que cuanto más triste estás, menos lloras, porque estás vacío por dentro.

Existe la teoría de que si lloras eres un blando. No lo creo. Llorar es de valientes porque liberas lo que tienes dentro. Dejas que todo fluya, que salga a la superficie. Llorar cansa porque sacas muchas malas sensaciones que habitan en tu interior.

Llorar hace que duermas mejor, porque te agota. Y lo hace para que descanses, para que tu cabeza deje de pensar. Para que tu cuerpo se relaje. Para que esos millones de lágrimas que empapan tus mejillas se sequen y, al día siguiente, te des cuenta de que es un nuevo y prometedor día.

Lágrima: zumo que sale de los ojos cuando se exprime el corazón (Anónimo)

jueves, 2 de marzo de 2017

Pues sí. La felicidad no se compra

¿Con qué llegamos? Con nada. ¿Y qué nos vamos a llevar? Nada. Entonces, ¿por qué le damos tanta importancia a lo que tenemos? Está claro que para vivir necesitamos cosas pero, ¿cuáles? Y, ¿tantas?
Soy la primera que tiene mochilas, pantalones, libros, objetos para decorar, collares, pañuelos... Y un sinfín de cosas que utilizo, o no, pero que ahí están. Y, ¿para qué?

  1. Hacen bonito en el salón
  2. Decoran las paredes
  3. Van a juego con algo
  4. Me lo he leído y puede que lo vuelva a hacer
  5. No tengo nada más de este color
  6. Me gusta
  7. ¿Y si lo utilizo para un disfraz?
  8. ¿Y si lo necesito en diez años?
  9. Me gusta (mucho)
  10. Me recuerda algo

Tenemos que ser conscientes de qué tenemos, para qué, por qué... Y no hablo de irnos a vivir a una cueva con taparrabos (aunque a veces me den (muchas) ganas), sino de valorar las necesidades reales que tenemos.

Vamos a preocuparnos de las cosas que merecen la pena. Porque, aunque nos lo vendan así y en ocasiones la busquemos en las cosas, la felicidad no se compra. La felicidad se tiene. Dentro. Solo hay que sentirla.

'La felicidad no es exterior, es interior. Por tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos'  
(Pablo Neruda)


viernes, 24 de febrero de 2017

Marieta, la dicharachera

Marieta era muy dicharachera. Una niña afable y risueña que disfrutaba con todo lo que se encontraba por el camino. Si veía un pájaro, intentaba jugar con él, si tropezaba con una piedra, la cogía y la utilizaba para echar un pati; si veía un caño con agua, bebía y con un palo movía el agua. 
Así hacía siempre Marieta: aprovechaba las oportunidades que encontraba para ver el lado positivo y disfrutar de lo que se encontraba a su paso. 
Lo malo que tenía Marieta es que, cuando tenía que gestionar la tristeza, no sabía hacerlo. Era una sensación nueva para ella que le provocaba reacciones raras que no conocía. Y Marieta sufría mucho por estar triste, más de lo normal, y sufría cuando veía tristes a los demás. Ella intentaba ser feliz siempre, y a veces eso no podía ser. 
Pero, Marieta, según crecía, aprendía a gestionar los días negros y los pasaba a grises, y con mucho esfuerzo, los pasaba a color blanco. 
Porque, está claro, Marieta seguía siendo dicharachera y, por mucho que la tristeza quisiera entrar, ella era más rápida, más lista y más optimista.


martes, 21 de febrero de 2017

Miradas: océanos de sensaciones

La RAE dice que una mirada es modo de mirar, expresión de los ojos. Para mí, engloba mucho más que una definición.

Una mirada es un océano de sensaciones, de sentimientos, de sueños, de abrazos, de futuros, de pasados, de deseos, de anhelos, de miedos, de alegrías, de valentía, de cobardía, de tristeza, de recuerdos, de sinsentidos, de besos...

Si miras a una persona a los ojos puedes profundizar en sus sentimientos. Y una mirada sincera no se puede olvidar. Se te queda clavada para siempre y te evoca a ese momento, a ese lugar, a esa situación. Para bien o para mal.

Una mirada profunda se te queda en el corazón para siempre. Y no nos damos cuenta de la importancia que tiene. Nos miramos poco y mal a los ojos. Tendríamos que hacerlo más. Y bucear más en las emociones que se aprecian en ellos.

'Lo bonito no son los ojos, son las miradas' 
(Acción Poética)


sábado, 18 de febrero de 2017

Bisous, besos, kisses, beijos...

No me gusta dar dos besos cuando ves a alguien, por obligación. Me da pereza. Prefiero dar la mano en muchas ocasiones. Esos besos sin sentido, porque sí... deberían de erradicarse. Solo merecen la pena los que significan algo.

Hay millones de tipos de besos. Tantos como personas. Tantos como sentimientos. No es lo mismo un beso de abuela, que un beso de amor, que un beso de madre, que un beso de amigos, que un beso en los ojos, que un beso en la frente, que un beso en la mano, que un beso suave en los labios, que un beso en el cuello, que un beso pasional.... Cada uno tiene su significado. Y cada uno es importante en cada momento. Cada beso es único e irremplazable. Y hay que saber qué tipo de beso es para apreciarlo como lo que es. Sin pensar en que podría ser otro tipo. Es el que es. Punto. Siéntelo. Besa. Y sé besado.

'Quiero esos besos. Pocos pero intensos. Ficticios o reales. Húmedos o secos. Rápidos o lentos. Incautos. Prohibidos. Secretos.'






jueves, 16 de febrero de 2017

Yo ilumino, tú iluminas... ¿quién nos ilumina?

Hay personas con luz, mágicas de algún modo. Gente que te aporta tranquilidad cuando estás nervioso. Alegría cuando estás triste. Cordura cuando estás loco. Sonrisas cuando hay llantos. Personas que te dan una parte de sí cuando estás vacío. Seres que te dan su música cuando no sabes lo que es un acorde, o que hacen que cantes cuando no sabes entonar. Personas que hacen que se te iluminen los ojos cuando es de noche, o que te ayudan a cerrarlos cuando el sol refulge.

Hacen que quieras pisar los charcos mientras bailas bajo la lluvia.

Esas personas, te invaden con su luz. Y esperan que tú les ilumines a ellos.