jueves, 19 de octubre de 2017

¡Eres una valiente! #SumateAlRosa

Ese día. Te levantas y recibes una carta. Podría ser una de tantas. Pero no. Y, a partir de ahí, tu vida cambia por completo. Tus prioridades son otras. Y tu rutina no tiene nada que ver con la que tenías.

Pruebas, médicos, operaciones, sesiones, dolores, miedos, temblores, tristeza. Hay días mejores. Y días en los que no ves cómo vas a salir adelante. Pero lo haces. Por ti. Y por los tuyos. Por los que están ahí. Y por los que estuvieron. Porque merece la pena luchar. Y seguir luchando.

Sonrisas, amigos, sensaciones, familia, cercanía. Tus ideas cambian. Tu futuro cambia. Ves lo que realmente importa. Y te acercas a ello. Te aferras a ello. Te apoyas en ellos. Y eso te hace continuar, seguir, vivir. 

Porque sí, es una mierda que te pase, no nos vamos a engañar. Estar enfermo no es plato de gusto para nadie. Lo que vives, no es divertido. Las sensaciones, no son buenas. Los pensamientos, no son los mejores. Pero sé, y sabes, que vas a ser más fuerte cuando todo termine. Que vas a vivir con más optimismo, con más ganas. Porque puedes con ello. Luchas para vencer. Y lo vas a hacer.

Y dentro de un tiempo lo verás lejano. Lo recordarás por los pequeños tatuajes en tu piel. Por las cicatrices que tienes. Por las pastillas. Por las revisiones. Pero sabrás que es pasado. Que lo has logrado. Que tú también venciste. Que eres una valiente. Y que tienes toda la vida por delante. 

#SumateAlRosa 






domingo, 15 de octubre de 2017

07/08/2017 - Diario de un viajero

Luz por la ventana. ¿Serán los primeros rayos de sol? Miro el reloj: las 7.55. Pues no, no son los primeros rayos: en 5 minutos, sonará el despertador. Voy a aprovechar estos segundos más… ‘¡Arriba! ¡Arriba! ¡Buenos días!’. ¿En qué momento decidí que esta alarma era una buena idea? Desperezo. Bueno, lo intento. No puedo pensarlo más, sino, me duermo de nuevo. Así que, pies al suelo y a la ducha.
Así comenzó un día más en ese viaje.
Llevábamos ya unos días y nos esperaba un largo día en tren. Visita a un palacio, a unos jardines y llegada a Hiroshima. No era mal plan. Hasta que llegamos al palacio de Himeji y nos avisaron: se acercaba un tifón. En 3 horas, cerraban. Bueno, desprevenidos no nos pillaba, algo habíamos entendido en las noticias. Pero, aun así, ¿a quién le apetece que le pille un tifón en medio de las vacaciones? Lo bueno es que así íbamos a tener algo diferente que contar. Tocó visita rápida al palacio y... comenzó el chaparrón. Se rompió el cielo sobre nuestras cabezas. Y nos metimos bajo un porche a esperar a que escampara. Pero no lo hizo. En un momento dado, pareció que llovía algo menos y nos animamos a ir tirando hacia la estación que, por suerte, estaba cerca. Caminamos rápido. Y nos mojamos, aunque no tanto como podíamos esperar. Nos sobró tiempo así que dimos un paseo por la estación, que más parecía un centro comercial, chocolate con bollos y rumbo a Hiroshima. El cielo seguía gris. Muy gris. Nuestro futuro inmediato lo teníamos claro: nos esperaba una tarde en el hotel viendo cómo llovía por las ventanas. Craso error. Llegamos a nuestro destino y hacía un sol espléndido: nos habíamos cruzado con el tifón en el viaje. Algo para agradecer. El sol le daba un toque diferente a este lugar. Le quitaba la tristeza que le ponía la historia.
Tarde en Hiroshima. Increíble esta ciudad. Lo que les pasó y cómo sobrevivieron. Cómo lo afrontaron. Cómo empezaron de cero. Cómo lucharon contra su destino. Cómo renacieron. Y cómo lo cuentan. Con qué entereza. Con qué sinceridad. Con qué cercanía. Y qué malas sensaciones nos dejan a los visitantes del museo. Allí notas que te vacías por dentro. Sientes que lo tuyo no importa, que no es nada. Que tu vida es un paseo comparado con lo que pasó allí el 6 de agosto del 45. ¿Cómo pudo pasar esa atrocidad hace tan poco y cómo podemos olvidar tan pronto?
Y, después, vacío por dentro, visitas la ciudad. La paseas. La sientes. La vives. Y lo ves: el Dome. Ahí cayó la A-Bomb. Y ahí sigue, de pie, lo que quedó de él. Y asombra. Es un sitio tranquilo, en paz. Que llena. Que cuenta una historia desde el silencio. Y vemos atardecer. Esas luces, esas nubes, esos peces, ese río… Ese momento.
Esa noche, después de un día más de viaje, dormí diferente. Soñé diferente. E, intento, vivir diferente.





jueves, 5 de octubre de 2017

#DiaMundialDeLosDocentes

1 de septiembre de 2017
3 años. Primer día de preescolar. Los padres acompañan a sus niños, por primera vez, al colegio. Lloros, angustia, emoción, caras nuevas… Ese día no se sabe si lo pasan peor los niños o los padres.
Unas horas después, los padres vuelven a esa puerta. En esa en la que sus hijos se han hecho un poquito más mayores esa mañana. Y los niños van hacia ellos. Sonrientes o llorosos, corriendo o andando. Saludando o mirando de refilón a sus nuevos compañeros.

Y aquí  empieza el ciclo.

El cole: ese sitio donde se sabe cuándo se empieza pero no cuándo se termina. Donde aprendemos. Crecemos. Hacemos amigos. Pasamos buenos, y malos, momentos. Donde empezamos a leer. Y a escribir. Donde aprendemos cómo calcular la raíz cuadrada de 25. Y conocemos a Shakespeare. Y hacemos nuestra primera entrada a canasta. Donde nos examinamos con el test de Cooper. Y donde celebramos festivales de Navidad y de final de curso.

El cole: donde amamos y odiamos, por igual, a nuestros maestros y profesores. Donde empatizamos con unos más que con otros. Donde sacamos punta a cada uno de ellos. Y les ponemos motes y coreamos canciones. Donde aprendemos de sus cosas buenas. Y vemos lo que no nos gusta para no hacerlo. Con los que aprendemos a leer, a escribir, a crecer. Los que nos enseñan matemáticas y conocimiento del medio. Los que nos hacen pedirnos perdón con el compañero con el que hemos discutido. Y los que nos dicen cómo hacer las cosas mejor. Los que nos examinan. Los que nos acompañan a los viajes de fin de curso o a la nieve. Los que se disfrazan si hace falta. Los que nos escuchan. Y los que nos castigan. Los que nos han decidido que su profesión sea enseñarnos para que aprendamos para la vida. A los que no agradecemos lo suficiente lo que hacen por nosotros para que seamos los que somos años después. 

A los maestros. Y a los profesores. #DiaMundialDeLosDocentes

"La educación es el arma más poderosa que puedes utilizar para cambiar el mundo" (Nelson Mandela)


martes, 3 de octubre de 2017

¿Todo igual?

Un río. La corriente del agua. Los peces saltando. Todo igual y a la vez diferente. Pequeños detalles que cambian la situación.
La unión del pasado y del presente. Del bien y del mal. De las decisiones que marcan. A todos. La maldad humana. La solidaridad. El tiempo que pasa, rápido o lento. 72 años. Ayer. Y aquí estamos. Hoy. Viendo todo igual, pero diferente. Destrozado. Sobrevivido. Evolucionado. Cambiado. Asimilado. Adaptado. Trabajado. Ilusionado. Luchado.