Sí. Nos alegramos poco por los demás. Pero un día te despiertas y tienes un plan. Un planazo. Y ahí sí te alegras. Ir a la boda de unos amigos es un día de felicidad para todos. Y no solo por ponernos guapos, que también. Es llevar como complemento una gran sonrisa en la boca.
Estás feliz por compartirlo con ellos. Por demostrarles lo que les aprecias. Porque ellos quieren compartir ese día contigo (y con los demás). Porque nos hacen partícipes de ese paso que han decidido dar. Por su compromiso. Por su alegría. Por su ilusión. Porque van a comer muchas perdices. Durante muchos años.
Porque, como dijo el cura el 22 de julio de 2017, en La Clerecía, a las 17.00 horas, es algo milagroso y maravilloso.
¡Que vivan los novios!
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