martes, 7 de marzo de 2017

Mejillas con sabor a mar

Lágrimas. Muchas. Salen de tus ojos y caen por tus mejillas dejando un sabor salado y un olor que te recuerdan lo que has llorado.

A veces ves algo emocionante y cae una lagrimita, y luego otra, y luego otra... Otras veces, lloras de tristeza y, a veces, de alegría. En ocasiones lloras, sin más, porque lo necesitas. Otras es porque te acuerdas de algo, y algunas porque piensas en algo.

Cuenta la leyenda que tratas de no llorar para que no te vean y eso provoca que miles de lágrimas se deslicen por tu cara. Que cuanto más fuerte quieres ser, más te desmoronas. Y que cuanto más triste estás, menos lloras, porque estás vacío por dentro.

Existe la teoría de que si lloras eres un blando. No lo creo. Llorar es de valientes porque liberas lo que tienes dentro. Dejas que todo fluya, que salga a la superficie. Llorar cansa porque sacas muchas malas sensaciones que habitan en tu interior.

Llorar hace que duermas mejor, porque te agota. Y lo hace para que descanses, para que tu cabeza deje de pensar. Para que tu cuerpo se relaje. Para que esos millones de lágrimas que empapan tus mejillas se sequen y, al día siguiente, te des cuenta de que es un nuevo y prometedor día.

Lágrima: zumo que sale de los ojos cuando se exprime el corazón (Anónimo)

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