Ese día estaba nervioso. Muy nervioso. Me levanté con un ansia contenida en el pecho y salí a dar una vuelta para que me diera el fresco en la cara. Era febrero así que un airecillo fresco me ponía coloradas las mejillas.
Cuando volví al calor de la chimenea me lo dijeron: era el día. Lo sabía. Lo había notado desde que me levanté. Cogí los bártulos que tenía preparados, agarré a Margara del brazo y nos fuimos a la cochera. En media hora estábamos allí, expectantes.
Habían pasado seis meses desde que nos lo dijeron. ¡Nuestra hija iba a tener un hijo! Parecía ayer cuando la acunábamos a ella, sin saber cómo hacer las cosas, aprendiendo todo desde cero, mirando su carita expresiva e intentando saber qué quería cuando lloraba o cuando nos sonreía. Y ahora ella iba a ser la que iba a vivir esa experiencia.
Esos meses habían sido increíbles. Ver cómo le crecía la barriga, notar los movimientos de Lucía, poner la mano y sentir sus pies, sus manos...
Sentía que la conocía ya. Sabía cómo iba a ser todo: qué haría y cómo pasaría. El proceso iba a ser largo, no lo iba a poner fácil, pero saldría con ímpetu y con ganas de hacer cosas. Iba a ser una persona inquieta y eso lo íbamos a ver desde el principio. Querría conocer todo. Sería risueña y nos encandilaría con su sonrisa desde el principio.
No me confundí ni un poquito. Lucía vino al mundo de un salto. Y siguió saltando siempre. Llegó sin llorar y con una mueca-sonrisa dibujada en la boca.
En cuanto la vi, sentí que sabía todo sobre ella. La reconocería siempre. Fuimos con ella a una sala con más recién nacidos y vi dónde la colocaban. Segunda fila, tercera por la izquierda.
Ese día, de nervios contenidos, hicimos de anfitriones. Margara y yo. Hinchados de orgullo. Recibíamos, saludábamos y les contábamos cómo había llegado de un salto.
Los más intrépidos querían conocerla. Solo a ellos, les llevábamos a la sala con todos los niños, durmiendo boca abajo.
Cuando fuimos con mi cuñada, señalé a Lucía. Sorprendida me dijo: '¿¡Hasta por el culo la conoces ya!?'.
Segunda fila, tercera por la izquierda. Y sí, por el culo la conocía ya. Sabía todo de ella. Hasta sabía que iba a nacer saltando.
...que ya lo sé, que naciste de un empujón limpio y con elegancia, que miraste extrañada a tu alrededor fascinada por todo lo q allí había y q ya estabas harta de estar enjaulada!! Así fué, de un golpe y el mundo a tus pies...
ResponderEliminar:)
Eliminar¡Qué niña mas guapa!!Hace saltar hasta el corazón de quien la mira!!!
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