lunes, 5 de febrero de 2018

Nariz roja y un manto blanco sobre los hombros

¡Nieva! Estaba tan relajado, tomándome un café con leche, y, cuando me acerqué a la ventana, vi que caían copos gigantes, con mucha fuerza, y que el suelo empezaba a cubrirse.

Fui hacia la cocina, unté unas galletas en el café y pensé que lo bueno de no trabajar ya era que podía irme de paseo en cualquier momento. Y que eso era lo que iba a hacer.

Cogí el teléfono y llamé a su casa. Quedé en 1 hora allí. Con un poco de suerte, el suelo ya estaría blanco. A las 11 pasé por allí para recoger a Lucía. ¡Hay abrazos que te calientan el alma y Lucía era experta en darlos!

Hinchado de orgullo caminaba con ella de la mano, dando saltitos, mientras se le ponía la nariz roja y el gorro se iba cubriendo de blanco. "Abuelito, abuelito, ¡está nevando!". La sonrisa que tenía en la cara reflejaba solo una parte de lo contenta que estaba. ¿Habrá una razón científica para que la nieve ilumine tanto la mirada de un niño?

Después de 10 minutos de paseo, llegamos al parque. Los columpios, blancos. Los árboles, blancos. La arena, totalmente cubierta por la nieve. En un lateral se había acumulado la nieve más de lo normal y fuimos corriendo hacia allí. Lucía hizo una pseudo bolita y me la tiró. Yo hice otra pseudo bolita y se la lancé. Con la nieve cubriéndonos los hombros, nos pusimos a recoger toda la que pudimos para hacer un pequeño muñeco de nieve.

Mejillas sonrosadas. Sonrisa blanca. Manos rojas. Gorro blanco. Abrazos grandiosos. Esto es lo que yo llamo pasar un día estupendo.



1 comentario:

  1. Muy bonito, como un copito de nieve que se acurruca en un mechón de pelo...

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