lunes, 23 de abril de 2018

¿Me cuentas un cuento, abuelito?

Ese era mi momento favorito. Cada vez que iba a su casa, las noches eran especiales. Me sentaba con él en la cama, cogía un libro del salón, se lo daba, y me contaba un cuento.
Daba igual el volumen que cogiera, el cuento siempre era diferente. Siempre tenía uno preparado.
Me contaba historias de príncipes y principesas, de dragones y mazmorras, de cuevas y ladrones. Se disfrazaba con la manta para parecer una bruja, simulaba luchas entre gladiadores y leones y paseaba por la habitación mientras recorría 100 leguas siguiendo miguitas de pan. Me contó la  historia de Coki, el rey del corral, y de los Trotamúsicos. Viajamos en submarino, visitamos la luna en cohete y salimos a buscar miles y miles de gamusinos.
Con sus cuentos visité más de 100 países, pasée por decenas de playas y vi cientos de atardeceres mientras el viento me revolvía el pelo.
Gracias a sus cuentos mi imaginación tenía vida propia. Gracias a esas noches quería aprender a leer, muy rápido. Quería haber aprendido a leer ayer. Aprendí a leer en voz alta y moviendo las manos con los signos de las letras, a gran velocidad, para pasar rápido de página y saber qué pasaba en el libro que tenía entre manos.
Leía en la cama. Leía en el sofá. Leía en el baño. Leía y leía.
Imaginaba la vida en otros países. Investigaba con Los Cinco. Vivía aventuras con Puk. Estudiaba en internados en Inglaterra a principios del siglo XX. Compartí la vida con los gorilas en centros de investigación de la selva africana. Daba la vuelta al mundo en 80 días. Sabía todo sobre la gallina. Y aprendía cosas sobre el lobo. Cogía un avión que me llevaba a un rancho de Texas y de ahí iba en furgo a Alaska y bajaba en bicicleta a Usuhaia.
Me encantaban las historias. Sus historias. Él me contaba los cuentos y yo los adornaba. Él me leía y yo imaginaba.
Por esas noches de cuentos, leo, leo y leo. Leo porque me gusta. Leo para aprender. Leo para imaginar. Leo para viajar. Leo para olvidar. Y también leo para recordar. Leo para vivir. Leo para pintar en mi cabeza el mundo de los colores que quiero. Porque con él aprendí que leer es soñar con los ojos abiertos.


2 comentarios:

  1. Precioso !!!!!! Como siempre !!!!! ������������

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  2. Contando cuentos uno tiene lindos sueños ;-)

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