miércoles, 17 de enero de 2018

Mi abuelo y el Ratón

¡Hola! Soy Lucía. Tengo 8 años para 9. Ya tengo los paletos de los dientes de mayores y se me mueve un colmillo. A Miriam, mi compi de pupitre, se le han caído ya dos, así que a mí no creo que me falte mucho. Todas las noches lo meneo para delante y para detrás a ver si así se cae antes.
En el cole tengo algunos amigos que ya no tienen ningún diente de leche. O eso me dicen. No sé si será verdad. Pero bueno, me da un poco igual, porque en un mes ya no tendré este colmillo. Si no se me cae solo, le voy a poner un cordel alrededor, lo ataré a la manilla de una puerta y la cerraré de golpe.
Mi abuelo dice que no haga eso. Él sabe mucho de dientes. Cuando era más pequeña, él me quitó uno. Me sentó en la tapa del water, me echó la cabeza para atrás y, sin hacerme daño, me lo quitó. No sé cuál era. Creo que el más grande de arriba.
Esa noche, abuelito me acompañó a dormir porque estaba en su casa. Se sentó a los pies de la cama y, después de hacer la señal de la cruz, me dio un papelito enroscado, con el diente dentro, limpito. Me dijo que lo metiera debajo de la almohada, que él ya había hablado con el Ratoncito Pérez, y que si me dormía rápido y no me levantaba hasta las 8, aunque me hiciera mucho pis, me iba a dejar un paquetito o cinco duros.
En cuanto entornó la puerta para que no me diera la luz de la cocina en los ojos, me dormí. Y soñé con minas de dientes. Había muchos ratoncitos con botas grande y palas. Y también había unos cestos con paquetitos. A la mañana siguiente, asomé la nariz por la puerta para ver qué hora era. La aguja pequeña marcaba las 7 y me volví a la cama. No quería desobedecer al ratoncito. Y a mi abuelo menos.
Di unas vueltas en la cama, me conté un cuento que me sabía y me levanté de nuevo. La aguja ya estaba en el 8 y fui corriendo a hacer pis. Volví rápidamente y miré debajo de la almohada: había un paquetito, como los que había visto en mi sueño. Lo abrí. Y me fui a la cama de mis abuelos.
De un salto, me metí entre ellos mientras les enseñaba mi caja de pinturas nueva: era las que quería para terminar mi cuaderno de dibujo. ¡Qué listos el ratón y mi abuelo!
Así que, con el colmillo, tengo dos opciones. O tirar del cordel o avisar a mi abuelo. Si voy a su casa, le diré que me ayude.
Él sabe mucho de dientes. Y, además, conoce al Ratoncito Pérez. Creo que me lo quitará mi abuelo y usaré la técnica del cordel para mi primera muela. 





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